Primeras impresiones sobre el Taller “Abuso sexual hacia infancias y adolescencias: ¿Qué hacer desde la escuela?”

En el día de hoy cerramos el quinto evento propuesto desde la Secretaría de Géneros de UEPC Capital. Los encuentros evidenciaron la demanda de saberes sobre el tema, desde una perspectiva de derechos, de infancias, y construcción colectiva.

La sala se va llenando de a poco, las sillas ya no alcanzan y el suelo helado se ofrece a quienes eligen quedarse a escuchar. “Nos quedó chica el aula”, dice Viviana Silva, nuestra anfitriona, apoyada contra la puerta para liberar todo el espacio posible. Más de 50 cursantes de formación docente de nivel inicial y primario del Instituto Carlos Leguizamón acuden a la convocatoria.

A elles se suman 100 docentes de toda la provincia que acudieron a las dos ediciones presencial y virtual del taller “Abuso sexual hacia infancias y adolescencias: ¿qué hacer desde la escuela?” también participaron miembros del equipo del Área local de Protección de Derechos de la Municipalidad de Villa María. Y casi 80 médicas y médicos del Subcomité de Generalistas, dependiente de la Dirección de Atención Primaria de la Salud de la Municipalidad de Córdoba.

La iniciativa del Taller fue planteada en la primera reunión abierta de la Secretaría de Géneros de UEPC Capital, y surge ante la necesidad detectada por quienes habitamos las aulas a diario, juntamente con quienes militamos la lucha contra el abuso sexual contra infancias y adolescencias (ASI). Con cada edición, se multiplican los pedidos de replicarlo. En este texto compartimos algunos pareceres sobre lo que llevamos ganado a partir de esta experiencia.

Primer logro: el problema existe, es reconocido. El abuso sexual hacia infancias y adolescencias es una violencia que afecta, en Argentina, a 1 de cada 13 niños y una de cada 5 niñas (según las cifras disponibles, elaboradas por la OMS). Quienes compartimos espacios de enseñanza y aprendizaje con juventudes y niñeces tenemos muchas veces la mirada y el oído sensible a esas violencias, aunque no siempre conocemos sus alcances, los de nuestras responsabilidades y posibilidades para accionar la protección. ¿Qué hacer desde la escuela?

Segundo logro: la claridad en nuestro rol de efectores de derechos. Alrededor de un 75% de los abusos hacia niñeces y juventudes ocurren dentro del ámbito familiar, y quienes violentan son varones en general, progenitores que además sostienen económicamente a la familia. El papel de la escuela para romper este círculo de violencia se hace insoslayable. Desde el año 2018, la Ley 27.455 ubica al ASI en la instancia pública, obligándonos a denunciarlo ante sospecha. La ESI ha garantizado muchas de esas develaciones: durante el 2019, entre el 70% y 80% de los NNyA que denuncian ASI lo hacen después de sus clases de ESI. La consigna “yo sí te creo” ha sido reapropiada por les docentes para sostener: “la seño te cree siempre”. Ahora bien, ¿cómo se lleva adelante la denuncia?

Las escuelas contamos con un protocolo de actuación ante posibles vulneraciones de derechos. Cuesta encontrarlo, pero está en la página de Igualdad y Calidad Educativa (podés llegar más fácilmente por acá). La Guía ofrece información concreta sobre vulneración de derechos, los pasos a seguir ante la emergencia de un caso, según sea el perpetrador un adulto del ámbito intrafamiliar, un adulto del ámbito educativo, o un estudiante de la misma escuela, como también teléfonos de las dependencias estatales intervinientes.

La existencia de la Guía es otro triunfo en la lucha contra el ASI. Da pautas claras para abordar sensible y cuidadosamente a las infancias o juventudes vulneradas en sus derechos y obliga a la institución a realizar la denuncia, paso imprescindible para comenzar a proteger a quien sufrió o sufre abusos. Es además, un instrumento invaluable para acompañar a quienes son normalmente las primeras en conocer los abusos y activar mecanismos de cuidados: las madres protectoras.

“Yo al protocolo lo conozco. Sigo los pasos, lleno la ficha de vulneración de derechos, ¿y después?¿Cómo sigo en la sala, con esa infancia vulnerada?”. La pregunta de esta seño abraza una mirada integral sobre este problema. El ASI es síntoma de una violencia estructural, propia de nuestra sociedad patriarcal. En el aula, ¿cómo acompañamos a quienes sobreviven un abuso? ¿Quiénes nos acompañan para dar respuesta a esta violencia sistemática y tan compleja? ¿Qué podemos solicitarle al Estado -y a este Estado-? ¿Cómo hacerlo desde nuestras actuales condiciones de vida, con salarios que nos hunden en la pobreza, con escuelas que se vacían de equipos técnicos?

La experiencia nos ha enseñado a encontrar caminos buscando formas de organización colectiva. Profesionales, instituciones, familias protectoras, organizaciones próximas a esas infancias y adolescencias, o al cuidado y la defensa de derechos. Y en ese camino, la recuperación del sindicato es otro ejemplo de los mundos posibles forjados a partir de sus protagonistas, donde se receptan necesidades y se construyen realidades dignas para todes quienes habitamos las escuelas. Otro enorme logro de luchas que son una.